Siempre supe que la conexión entre los animales y las personas es brutal, pero no ha sido hasta este año cuando me he dado cuenta de que además, son capaces, sin ser conscientes de ello, de empatizar con nosotros. Su estado anímico y de salud puede variar según cómo nos encontremos.

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¿Por qué os digo esto?

En Noviembre de 2017 después de mi viaje a Maldivas llegamos a casa como cualquier otro día y ahí estaban esperándome Paco y Jara. Pasaron las semanas y en diciembre Jarita empezó a estar desanimada. La sacaba y se caía hacia adelante como si las patas delanteras le fallaran, tenía que ayudarle a subir las escaleras porque era incapaz de levantar también las traseras. ¡Os podéis imaginar mi agobio! Le hice millones de pruebas, escáner, biopsias, todo lo que me recomendaban y ningún veterinario conseguía dar con lo que le pasaba.

Yo estaba muy preocupada y no sabía qué hacer. El 22 de enero de 2018 mi ex novio, con quién compartía casa, me deja, por lo que Jara y yo volvemos a casa de mis padres. Y aquí es cuando vais a alucinar… Al día siguiente, 23 de enero ¡Jara está perfecta! Salta, corre… como si las semanas anteriores no hubieran sucedido.

Pasan las semanas y quedo con mi amiga A.B. quien había estado muy pendiente de Jara, ¡a ella también le encantan los animales! En nuestra conversación hablando sobre todo lo que me había pasado me dice… ¿”Sabes que Jara te estaba avisando de que algo iba a pasar”? En ese momento no entendí nada, pero me quedé muy pensativa y tengo que reconocer que tenía toda la razón.

Él estaba pensando que me iba a dejar, que ya no me quería… y Jara estaba somatizando todos esos pensamientos negativos y de alguna manera me estaba intentando alertar, claro que, yo estaba tan cegada de amor que no era capaz de verlo.