Una vez superados los fantasmas del pasado toca enfrentarse a los miedos del presente, el aquí y ahora y a la temida pregunta de ¿ahora qué? Me hace gracia porque mucha gente se empeña en emparejarte en seguida, jugar a ser tinder o replicar el mítico programa de su media naranja, haciendo de ti su concursante estrella.

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Hace poco me preguntaron si me apetecía volver a tener novio, y aunque estoy totalmente convencida de que no es algo que te plantees, sino algo que surge, es cierto que hay que ser receptivo. Por eso, donde antes solo veía una negativa rotunda ahora encuentro argumentos para escribir sobre el tema.

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Pensaba en cómo me gustaría que las personas tuvieran un botón, poder presionarlo y ver su pasado para saber si merece la pena volver a arriesgar y confiar. Pero claro, eso sería hacer trampa y perder la magia de los comienzos.

 

Por eso, como no es una opción posible decidí hacer un pequeño check list mental sobre las cualidades que me gustaría que tuviera la persona a la que volvería a dar acceso a mi vida. Como si fuera una creación Prêt-à-porter. Entonces me di cuenta de que con todo esto me he vuelto mucho más intransigente, algo de lo que no me siento nada orgullosa. Y es que no vale querer a alguien a medida y mucho menos con intención de que cambie.

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Con una perspectiva objetiva de lo que fue mi relación, tengo claro que las cosas tienen que rodar solas. No hay que buscar tiempo para estar con alguien, no hay que hacerle hueco a una persona. Las cosas fluyen o no, si salen mal no vale buscar excusas sobre el poco tiempo que le has dedicado a alguien, porque el tiempo no se busca, la dedicación sale sola.

 

En todas las relaciones hay momentos mejores que otros, pero si las cosas no encajan y te empeñas en que lo hagan, adaptándote a los requerimientos que alguien te exige, al final, habrás cambiado tanto que lo que inicialmente te conectó con esa persona habrá desaparecido. Lo sé, porque a cabezota no me ganaba nadie.